Cuando una persona "adquiere religión" no significa que se convierta en un hijo de Dios. Convertirnos en hijos de Dios significa que respondemos al llamado de Jesús a recibir su Santo Espíritu y creer en Su nombre o confiar en Él. Responder a este llamado es lo que inicia el cambio de la oscuridad a la luz y comienza el proceso de convertirnos en la persona para la que fuimos creados.